Ojos marchitos,
huesos de barro,
pálida desnudez
tras el visillo de un sol
que se adormece
en el rojo cristal
de la ventana.
Desgarbada delgadez,
cansinos pasos,
tambaleantes, inseguros,
sintiéndose niño
en la torpeza,
descubriendo el equilibrio,
sonriéndole a la nada,
dehojando margaritas
de recuerdos,
enjambre de presentes
inventados
y la sensatez
de aquel viejo
pijama a rayas.
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